By Nancy De Paz
Los meses han pasado rápido y ya parece que lo que pasó en marzo fue en otra vida. Un día se gritaba por Paseo de la Reforma, exigiendo el respeto por las vidas de todas las mujeres. Pañuelos y pancartas moradas llenaban las calles. No había espacios, no había huecos, no se podía pasar; ni entre quienes marchaban ni por encima de la lucha.
Y de repente de la noche a la mañana, en Paseo de la Reforma se respiraba silencio, los rayos de sol resguardaban el tedio.
Ya no se trataba del las protestas ni del tráfico, ya ni siquiera se trataba de los cafés o las juntas. Añoraríamos las marchas y las calles llenas, tanto como los cafés y la vista desde nuestras oficinas en Reforma 300, ahora se trataba de sobrevivir.
Nos descubrimos vulnerables, diminutos ante el cosmos, frágiles. Sin embargo, nos volvimos más fuertes.
Ante la catatonía había que reconstruirse. Nuestro sistema de vida cambió de la noche a la mañana. La ansiedad sobrepaso a muchos y terminamos jalándonos los pelos y comiéndonos las uñas. Sin claridad, había que desistir o actuar.
Sólo una narrativa podría sacarnos de la hosquedad, seguir remando.
Ante la catástrofe un grupo de mujeres decidió reconstruirse, sacar lo mejor de sí mismas. Darle vuelta a la tortilla. No era sobre renovarse, era sobre renacer.
Había que montarse en el toro. Lo que años antes fue un sueño, podría difuminarse en el etéreo. Pero algo quedaría claro ante todo lo que el mundo ponía en el camino, si las amazonas son una leyenda; las mujeres fuertes son una realidad.
Decidimos aferrarnos con los dientes, sacar la cara y luchar por lo nuestro. Si la montaña no va a Mahoma, él va a la montaña.
La tecnología se volvió espiritual en un santiamén. Era la única manera de conectarse con tus afines, la gente que sueña, aquellos sin miedo a vivir. Y sería el modo de sobrevivir.
Ya estaba escrito, cuando añoras algo con cada poro de tu piel, se cumple. Nada nos iba a detener.
Nosotros construimos sueños, los tejemos y los colgamos. Desde el ángulo más recóndito que uno puede tener, su casa, decidimos continuar y no dar marcha atrás. Un grupo de cinco mujeres que buscan apoyar a otras cinco mujeres y a otras cinco mujeres, logró su cometido, seguir en la marcha. IMODAE es una escuela para aquellos que están dispuestos a luchar en la vida.
Traspasamos fronteras, sin tierras, aguas o bichos que nos detengan. La idea es seguir remando.
Cuando parecía que todo estaba perdido, decidimos encontrar la manera de mostrar al mundo que puedes vivir de tu pasión.
IMODAE está a la cabeza de Karla y Lorena Sarti, dos soñadoras que no sólo creen en la moda, sino en su poder.